...y de fondo:
Sinitaivas - Olavi Virta ja Harmony Sisters
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Durante la ruta por Laponia un día improvisamos un picnic al lado de una vieja iglesia de madera en Sodankylä. Teníamos hambre y dispusimos toda la comida sobre una mesa de piedra. Apenas había gente. Dos años después aquello del "contigo pan y cebolla" seguía funcionando perfectamente y no sólo nos adaptábamos a las circunstancias sino que también tratábamos de tomar apuntes de las mismas. No muy lejos había un reducido grupo de cuatro o cinco autóctonos que nos observaban con sutil indiferencia. Al rato se acercó una mujer vestida con ropa sucia y se arrimó sobre mis hombros pidiéndonos algo que, de buenas a primeras, no entendíamos por la barrera del idioma. Yo me tomé un vaso de agua y le ofrecí seis o siete a ella, pues parecía estar sedienta. Sin embargo, su sed no parecía saciarse como la mía y las sonrisas y el estupor iniciales entre los desconocidos dieron paso a un llanto amargo. ¿Por qué estaba llorando sobre mi brazo aquella mujer sami? En aquel instante la situación resultaba tremendamente absurda y -para qué negarlo- bastante incómoda, aunque después cobraría más trascendencia de lo que inicialmente las apariencias indicaban. Aquella señora me inquietaba con su presencia, con sus ojos, su risa, sus lágrimas, su indumentaria... como si todo aquello ya lo hubiera visto en alguna secuencia eterna de Kaurismaki. ¿Qué era lo siguiente que iba a sucedernos? Ella apuró otro vaso de agua y cuando todo nos hacía presagiar que iba a pedir un poco más nos dio las gracias y supuse que habíamos calmado su tristeza de algún modo un tanto torpe y cómico. Así pues, desapareció entre unos árboles bajo el cielo azul de Finlandia, con pasos erráticos, abriendo una senda de interrogantes. Después de comer nos despedimos del grupo que seguía a lo suyo y nos volvimos al coche para continuar nuestro recorrido hacia el final.