...y de fondo:
More Than Rain - Tom Waits
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"Innegable: la vivencia, la vivencia propia que trasciende y se va hacia los demás, es la materia prima (o mejor dicho, la materia hermana) del que escribe. Sobre todo para el poeta. Quien escribe lo hace siempre bajo los efectos de lo que le ha pasado, ha sentido, va pensando. Con eso construye, reinventa, revienta, crea, dice y hace algo, y nos lo da. Desde siempre eché en falta, cuando leo a algunos de los escritores que conozco personalmente, la mención. Que mentaran a veces a sus gentes en ensayos, artículos y poemas. (La ficción es otra cosa). Que dedicaran. A menudo he mirado detrás de las hojas para ver si ahí los autores esconden a los suyos. A los suyos de verdad. Ni rastro. Sólo encuentro el rodeo que los evita, su casa tapiada, la baraja entera en la manga, escatimada. Eso sí, el hermetismo eleva al escritor, en sus libros y en su charla, a la categoría de supremo, misterioso, intocable. Con sinceridad, prefiero al que toco. Al que dedica y se dedica y se regala, al que suelo reconocer en sus poemas, al que en ocasiones incluso se nos queda -sólo para quienes lo conocemos- en bragas entre los papeles. No estoy defendiendo aquí el exhibicionismo, el enseñar las entrañas, tan llenas de pelos y señales, no la dedicatoria aberrante, la jaculatoria gratuita, el amiguismo pesadísimo e impune, la retahíla a lo Almodóvar, la mención accidental, válida sólo para el ego de los dos (el que la da y el que la recibe). Creo en quien, cuando brinda un poema o menciona al amigo, nos recuerda a todos los lectores la importancia, vital, del vínculo: de lo que nos mantiene unidos, de lo que vale la pena para encontrarnos, de los puentes.
Hace menos de un mes el poeta Javier Cánaves ha publicado en la editorial barcelonesa DVD su tercer libro de poesía. Siempre discreto, Cánaves reserva sus tres primeras palabras y su última página a las menciones. Allí, cuánta alegría, Javier me dedica un poema. Le doy todas mis gracias, no por engordar egos, sino por alimentar y explicar los hilos que nos cosen al autor, con su inmenso mundo de sur a sur, de Tolousse en tren a Morrojable tatuado, pasando por Conil o Tucumán, palabras para Floriane y otra vez en tren hasta Tolousse; con sus lecturas, riquísimas, con su música, con sus muertos, con sus lectores, con los demás amigos que nos encontramos en las calles, en el mar y en el bar, pero también en su dedicatoria (el otro día comentábamos otro amigo mencionado y yo el placer de estar juntos aunque sea en un párrafo). La mención sentida es una reverencia para el que la recibe, y un ejemplo vivo para quien la lee.
Él sabe que las palabras lúcidas y luminosas, el abrazo sin aspavientos, el respeto sin imposturas, la hospitalidad -la hospitalidad no necesita adjetivo ni complemento- son maderamen de pasarela. Por eso Javier Cánaves es un poeta de la juntura, de lo que une sin atar ni liar. Por eso y por algo más, por mucho más. Por algo su libro se titula El Peso de los Puentes."
Artículo redactado por Carmen Camacho, publicado en el periódico la Mañana, el 29/07/2006