...y de fondo:
Such a beautiful world - Alex Torío
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"Madrileño y treintañero, el cantautor Quique González manifestó en cierta ocasión que cuando sea mayor quiere ser un viejo rockero. Yo creo que lo conseguirá: tiene el talento, la actitud y la sensibilidad adecuadas para alcanzar tan honorable objetivo estético y vital. González, un tipo con madera de héroe (pues en su momento tuvo el buen gusto de mandar a paseo a una poderosa major fonográfica), tiene publicados cuatro discos. El último, estupendo, se llama Kamikazes enamorados, y estos días está ultimando una quinta entrega que, a buen seguro, complacerá a su gente: a la respetable cantidad de espectadores que secundaron, con gran entrega, su concierto del viernes noche.
Se presentó el artista con camisa a cuadros, chaqueta negra, y gorra de viejo ferroviario comunista: imposible no acordarse del primer Dylan, de Donovan, de todos los muchachos que el tiempo ha convertido precisamente en viejos rockeros. Su pinta anda en sintonía con una formulación musical que entre guitarras acústicas, piano, mandolina y violín revive los mejores barnices de la cantautoría que algunos prefieren denominar singer song writer.Aparentemente tímido, nuestro amigo declara en cierta letra: "Yo tengo sentimientos deportados". Bravo por su lírica, que es urbana incluso cuando evoca el salitre de Conil de la Frontera.
En la tanda de bises, y correspondiendo a las reiteradas peticiones del público, Quique González sirvió la macanuda Calles de Madrid, un tema que nos emociona incluso a quienes no sentimos fascinación alguna por las ciudades sin mar. Quique González tiene todas las cartas para convertirse en un clásico. Al tiempo."
Crítica publicada en La Vanguardia, el 06/02/2005