...y de fondo: El viaje a ninguna parte (cd)
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(Cambrils, 04.01.03)
"Si no te gustara tanto meterte en líos, si eligieras un camino asfaltado alguna vez, conservarías el sombrero norteño, y la chica triste que te hacia reír.
Aunque no la quisieras, ni ella a ti, teníais sed, siempre a la vez, en los mismos lugares, en los bares; conservarías el bolsillo repleto, y la chica triste que te hacia reír.
-Que no me lleven al hospital. No es que desconfíe, es que no me fío de la medicina occidental. Que no me lleven al hospital. ¡Si ya me encuentro mejor!
Cuanto más viejo, decías, mucho más libre. Menos plata que te arrebatan, y menos peso que cargar. Últimamente, vas muy ligero, sin la chica triste que te hacía reír.
Siempre hay otro lugar en la frontera, siempre la esperanza queda, y quizás pueda ser mañana, que el amanecer te traiga de vuelta a la chica triste que te hacia reír.
-Que no me lleven al hospital. No es que desconfíe, es que no me fío de la medicina occidental. Que no me lleven al hospital. Ya estoy mejor.
Asegúrate de que te dejen cerca de la parada, la que esté más cercana, y te aleje de la diana, y no te preocupes, por no despedirte de nadie."
"Esta es la historia de un hombre que yo definiría como un buscador......
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra. Tampoco es alguien, que necesariamente, sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día el buscador sintió que debía ir a la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, de modo que dejó todo y partió.
Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó a lo lejos la ciudad de Kammir. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención.
Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores bellas. La rodeaba por completo una especie de valla de madera lustrada. Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.
De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspasó el portal y caminó lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió sobre una de las piedras, aquella inscripción: Aquí yace Abdul Tareg, vivió ocho años, seis meses, dos semanas y tres días.
Se sobrecogió un poco al darse cuenta que esa piedra no era simplemente una piedra, era una lápida. Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estuviera enterrado en ese lugar. Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta que la piedra de al lado tenía también una inscripción . Se acercó a leerla; decía: Aquí yace Yamin Kalib, vivió cinco años, ocho meses y tres semanas.
El buscador se sintió terriblemente abatido. Ese hermoso lugar era un cementerio y cada piedra, una tumba. Una por una leyó las lápidas; todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto. Pero lo que más le conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio, que pasaba por ahí, se acercó; lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar. "No, ningún familiar", dijo el buscador.
"¿Qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cual es la horrible maldición que pesa sobre este gente que los ha obligado a construir un cementerio de niños?".
El anciano respondió: "Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que sucede es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como ésta que tengo aquí colgando del cuello. Y es tradición entre nosotros que a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anote en ella: a la izquierda, qué fue lo disfrutado....a la derecha, cuanto tiempo duró el gozo. Conoció a su novia, y se enamoró de ella. ¿Cuanto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿una semana? ¿dos? ¿tres semanas y media? Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso de la primera noche, ¿cuanto duró? ¿el minuto y medio del beso....? ¿dos días...? ¿una semana...? Y el casamiento de sus amigos..? ¿Y el viaje más deseado...? ¿Y el encuentro con quien vuelve de un país lejano...? ¿Cuanto tiempo duró el disfrutar de esas sensaciones...? ¿Horas...? ¿Días...? Así... vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos.
Cuando alguien muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque es, amigo caminante, el único y verdadero tiempo vivido."
Dr. Jorge Bucay
Sabes Xavi? es muy cierto: "Siempre hay otro lugar en la frontera, siempre la esperanza queda, y quizás pueda ser mañana, que el amanecer te traiga de vuelta a la chica triste que te hacia reír.", el Sol aparece todos los días por iluminar sonrisas, seguro que tu encontrarás una en cual sumergirte...
Todo sea por intentarlo...
Una pareja estaba jugando al golf en un campo muy distinguido, rodeado de bellisimas mansiones.
En el tercer golpe, el marido le dice a la mujer: - Querida, ten cuidado al pegarle a la pelota, no sea que la mandes a una de esas preciosas casas y rompas un vidrio. Va a costar una fortuna repararlo.
No alcanzó a terminar la frase cuando ella da un golpe y la va directamente a una ventana de la mejor casa.
El marido se vuelve loco: - Te dije que tuvieras cuidado. Y ahora ¿qué hacemos?
Más tranquilo dice: - Vamos a pedir disculpas y a ver cuánto nos va a costar el arreglo.
Van hasta la casa, llaman, y desde adentro una voz responde: -Pueden entrar.
Abren la puerta y ven todo el vidrio disperso por el piso, una botella rota cerca de la mesa y a un hombre sentado en el sillón que les dice: -¿Ustedes son los que han roto la ventana?
- Si -responde el marido con timidez- y lo sentimos mucho. -Queremos pagar el daño.
- De ninguna manera- contesta el otro- soy yo el que debe
estarles agradecido. Soy un genio que he estado preso en esa botella durante miles de años. Ustedes me han liberado. Por eso puedo conceder tres deseos: les doy uno a cada uno y me guardo el tercero para mi.
-¡Que bien!!- dice el marido-. Yo quiero un millón de euros al año, durante el resto de mi vida.
-No hay problema. Es lo menos que puedo hacer por mi salvador.
-Yo quiero una casa en cada país del mundo - agrega ella.
-Tu deseo está realizado, responde el genio.
-¿Y cuál es tu deseo, Genio?- pregunta intrigado el marido.
- Bien- responde- desde que quedé preso en esa botella, hace miles de años, no he tenido oportunidad de tirarme a nadie. Mi deseo es tirarme a tu mujer.
El marido mira a su mujer y le dice: - Bueno, querida, nos ganamos un montón de dinero y todas esas casas. Creo que no está pidiendo mucho.
El Genio lleva a la mujer a un cuarto y pasa alrededor de dos horas con ella. Al finalizar, mientras se visten, el genio la mira y le pregunta:-Dime, tengo una duda: ¿Cuántos años tiene tu marido?
-Treinta y cinco, responde ella.
¿Y con 35 años el gilipollas todavía cree en genios?
Espero lo menos a ver conseguido arrancarte una sonrisa :)
hace mucho que no me río en serio...
bueno una pregunta ...
alguien sabe si Enrique Bunbury
viene a arg. si saben algo respóndanme por favor gracias chau.