No habrá una sola cosa que sea una nube. Lo son las catedrales de vasta piedra y bíblicos cristales que el tiempo allanará. Lo es la Odisea, que cambia como el mar. Algo hay distinto cada vez que la abrimos. El reflejo de tu cara ya es otro en el espejo y en el día es un dudoso laberinto. Somos los que se van. La numerosa nube que se deshace en el poniente la rosa se convierte en otra rosa. Eres nube, eres mar, eres olvido. Eres también aquellos que has perdido.
A esas nubes que se alejan dejando el rastro de un arcoiris.
A esas nubes, que mojan nuestras alas de pájaros...
A esas nubes que, sin que puedan saber porqué, vuelan.
Shhhht, no me despierten.
¿Saben una cosa? A veces, uno escucha una canción como la del señor Sabina (Con la frente marchita) y empieza a evocar las cosas como si fueran nubes...
'Sentados en corro merendábamos besos y porros
Y las horas pasaban deprisa entre el humo y la risa.
Te morías por volver "Con la frente marchita" cantaba Gardel
Y entre citas de Borges, Evita bailaba con Freud.
Ya llovió desde aquel chaparrón hasta hoy.
Iba cada domingo a tu puesto del Rastro a comprarte
carricoches de miga de pan, soldaditos de lata.
Con agüita del mar Andaluz quise yo enamorarte,
pero tú no querías más amor que el del Río de la Plata.
Duró la tormenta hasta entrados los años ochenta.
Luego, el sol fue secando la ropa de la vieja Europa.
No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca, jamás, sucedió.
"Mándame una postal de San Telmo, adiós, ¡cuídate!"-
Y sonó entre tú y yo el silbato del tren...
Iba cada domingo a tu puesto del Rastro a comprarte
monigotes de miga de pan, caballitos de lata
Con agüita del mar Andaluz quise yo enamorarte,
pero tú no querías otro amor que el del Río de la Plata.
Aquellas banderas de la patria de la primavera,
a decirme que existe el olvido, esta noche han venido.
Te sentaba tan bien, esa boina calada al estilo del "Che".
Buenos Aires es como contabas, hoy fui a pasear,
y al llegar a la Plaza de Mayo me dio por llorar
y me puse a gritar: "¿Dónde estás?"
Y no volví más a tu puesto del Rastro a comprarte
corazones de miga de pan, sombreritos de lata.
Y ya nadie me escribe diciendo:
"No consigo olvidarte, ojalá que estuvieras conmigo en el Río de La Plata"'
Y qué decir de esa nube que se llama Soledad, en la voz de Rosario.
"Algunas veces vuelo
y otras veces
me arrastro demasiado a ras del suelo,
algunas madrugadas me desvelo
y ando como un gato en celo
patrullando la ciudad
en busca de una gatita,
a esa hora maldita
en que los bares a punto están de cerrar,
cuando el alma necesita
un cuerpo que acariciar.
Algunas veces vivo
y otras veces
la vida se me va con lo que escribo;
algunas veces busco un adjetivo
inspirado y posesivo
que te arañe el corazón;
luego arrojo mi mensaje,
se lo lleva de equipaje
una botella..., al mar de tu incomprensión.
No quiero hacerte chantaje,
sólo quiero regalarte una canción.
Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad.
Algunas veces gano
y otras veces
pongo un circo y me crecen los enanos;
algunas veces doy con un gusano
en la fruta del manzano
prohibido del padre Adán;
o duermo y dejo la puerta
de mi habitación abierta
por si acaso se te ocurre regresar;
más raro fue aquel verano
que no paró de nevar.
Y algunas veces suelo recostar
mi cabeza en el hombro de la luna
y le hablo de esa amante inoportuna
que se llama soledad." (sabina)
Y luego vendrá Olga Román dulcemente y te recordará que tu boca es tuya. Sigue así, amigo desconocido.